martes, 14 de septiembre de 2010

La cocina del balcón (Pollo my way)

Vuelve la cocina al balcón. Para la receta de hoy necesitas dos pechugas de pollo fileteadas, una cebolla, un brik pequeño de nata y un vaso de vino blanco.

Si ya te aburres de hacer las pechugas a la plancha, prueba a darles un poco de gracia con la siguiente receta.

Para comenzar, frie las pechugas con normalidad, es decir, con unas gotas de aceite, sal y pimienta. Apartalas. En la misma sartén con un poco más de aceite pochamos la cebolla con sal, cuando esté transparente le añadimos el vino blanco, dejamos cocer siete minutos, apagamos el fuego sin retirar la sartén añadimos la nata y removemos durante tres minutos.

En una fuente apta para el horno colocamos las pechugas, vertemos la salsa de nata, vino y cebolla por encima del pollo y metemos la fuente en un horno previamente precalentado a 200 grados, horneamos de siete a diez minutos y ya está listo para servir.

Acompaña esta receta con un poco de arroz hervido o unas patatas fritas.

PD. Esta receta es también factible con merluza, que en lugar de freír, hornearemos durante 15 minutos antes de verter la salsa.

viernes, 3 de septiembre de 2010

De cómo se casó mi amiga Margarita

Fuera del balcón, a más de 400 kilómetros de aquí, decidió casarse mi amiga de la facultad. ¡Qué digo mi amiga! Ella es la amiga, la única de mis años de universidad. Aunque, bien es cierto que no hemos pasado demasiado tiempo juntas, el poco que sí hemos compartido ha hecho que (creo que por parte de las dos) nos guardemos un cariño muy especial.

Un afecto que en el día de su boda se ha multiplicado por mil. Su historia (de amor) es digna de un libro de Moccia y lo mejor es, sin dudarlo, que acaba muy bien. Si bien es cierto, que este no es el lugar para desvelar su vida, no quería dejar de dedicarle un post a su gran día.

Un día en el que tuve la suerte de vivir con ella y en el que además, fui durante un minuto protagonista (je,je). Todo fue por culpa de una flor, una rosa blanca como la propia novia.

Una vez terminamos la estupenda comida, Margarita y Pablo se levantaron, cargado él con unas cuantas rosas blancas, que ella se encargó de repartir entre los asistentes. Cuando comenzaron debo reconocer que me puse algo nerviosa, porque pensé ¿me tocará a mi?

Pues sí, me regaló una de sus rosas y fue algo que me emocionó enormemente. Pablo le explicó a Miguel lo que la flor significaba y creo que pronto nos pondremos manos a la obra...

Hasta entonces, agradecerle a ella una boda tan especial. ¡Estabas preciosa!

PD. Muy pronto volverá la cocina del balcón.